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Últimamente en la universidad me he encontrado cada vez con más estudiantes, específicamente estudiantes de psicología, que tienen una concepción posmodernista de la ciencia, esa concepción que podríamos resumir en la siguiente oración “No hay verdades absolutas, tanto tu opinión como la mía son válidas”. El argumento de muchos de estos universitarios es que incluso la física, que se considera como una ciencia dura por excelencia, ha desarrollado la Teoría de la relatividad en la que “Todo es relativo”.
Inicialmente, consideremos este último enunciado como verdadero. No obstante, al considerar que todo es relativo aceptamos implícitamente que nada es absoluto, lo cual produce una contradicción, ya que al aceptar el enunciado como verdadero éste se convierte en una verdad absoluta y, por lo tanto, se vuelve falso que todo sea relativo.
Ahora, habrá algún estudiante defensor de la postura ya mencionada que nos diga que ellos no consideran que la Teoría de la relatividad enuncie que todo sea relativo, sino que la forma en la que suceden los fenómenos depende del observador. Veamos, la Teoría de la relatividad nos dice que el tiempo y el espacio pueden contraerse o expandirse dependiendo desde dónde sean medidos, esto es, que el tiempo y el espacio son relativos “al observador”. Pero, ¿los físicos se refieren a lo mismo con “un observador” que los psicólogos? No, y es ahí en donde puede identificarse el problema con esta postura.
El problema tiene que ver con el hecho de considerar una metáfora de manera literal. La metáfora del observador en la Teoría de la relatividad, la cual es utilizada con el fin de hacer más comprensible la teoría para las personas que no somos expertos en física, simplemente hace alusión a los marcos de referencia tanto temporales como espaciales, y no a un individuo en concreto. Sin embargo, pareciera que los psicólogos han tomado esta metáfora al pie de la letra y han trasladado a su disciplina la noción de “el observador” argumentando que los fenómenos son distintos en función de la persona que los observe o, dicho de otra manera, de la persona que los interprete o perciba. Pero esta última noción parece ser más cercana a la definición de subjetividad que de relatividad, ya que la subjetividad asume que la descripción de un evento siempre está permeada por la experiencia de quien realiza la descripción.
Con base en lo anterior, valdría la pena preguntarse por qué los psicólogos hacen alusión a la relatividad en lugar de hablar de subjetividad. La respuesta quizá se encuentre en que para la sociedad, y para muchas disciplinas científicas, la física se encuentra en un estatuto más alto de credibilidad y respeto que la psicología. Parece entonces que algunos psicólogos intentan utilizar términos de la física para legitimar o hacer más válido su discurso. A continuación, quisiera describir un par de consecuencias de aceptar la postura de “No hay verdades absolutas, tanto tu opinión como la mía son válidas”:
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No es necesario leer para sustentar los argumentos.
Si cualquier argumento es válido, basta con utilizar el sentido común para emitir una opinión. Esto implica, de cierta manera, que muchos de los estudiantes NO se esfuercen por mantener un constante hábito de lectura a fin de mantener una postura crítica, ya que para utilizar el sentido común no es necesario invertir tiempo y esfuerzo leyendo a diversos autores y analizando el contenido de los textos. Así mismo, no hay necesidad de esforzarse por mantener un discurso coherente, y nos encontramos con estudiantes que contradicen su discurso en diferentes momentos, incluso, durante una misma clase.
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La credibilidad de la ciencia se desmorona.
El éxito de la física, por ejemplo, para desarrollar principios generales sobre los fenómenos que estudian, que permitieran hacer realidad logros como aquellos que son “[…] un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, es decir, la llegada del hombre a la Luna, produjeron que esta ciencia obtuviera un estatuto de credibilidad y respeto por parte de la sociedad. En contraste, una postura en la que todo se vale y que no permite el desarrollo de tales principios, está condenada a ser relegada como una opinión más.
Entonces, ¿todas las opiniones valen? A mi parecer la postura de “todo vale” tiene consecuencias desastrosas en la vida académica de un estudiante universitario. Creo yo que no todo vale y que los estudiantes debemos esforzarnos por emitir juicios críticos y coherentes en lugar de intentar legitimar un discurso tropezado y sin sustento.
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